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sábado, diciembre 9, 2023

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El Torneo Interno “Miguel Romano” tuvo su primera edición en Córdoba

Se disputó en el gimnasio que lleva el nombre de Pedro Bustos, uno de los campeones del mundo de 1950. Rubén Muñoz, Antonio Suárez y Rubén Campaniello fueron los protagonistas del simbólico salto inicial.

Fue el sábado 17 de agosto por la mañana, en la previa de la primera Asamblea Anual Ordinario de APREBA. Para varios de los presentes fue su primera vez en el Estadio Mario Kempes y otros relataban historias de partidos de fútbol vividos allí. Pero muy pocos conocían la cancha de básquet que está bajo las tribunas y que fue el escenario del Torneo Interno “Miguel Romano”.

El gimnasio lleva el nombre de Pedro Bustos, uno de los campeones del mundo de 1950, cuando nuestro país fue sede del primer Mundial de la historia. En el mismo parquet en el que suelen entrenar selecciones cordobesas y más de una vez lo han hecho selecciones nacionales, esta vez demostraron sus habilidades con la pelota naranja los socios de la Asociación de Prensa de Básquetbol de Argentina.

De un lado, Demián Schleider, Sergio Mamondi, Fernando Robledo, Hugo Montivero y Andrés López, con Sebastián Britos como revulsivo desde el banco. Del otro, Roberto Martín, Matías Barmat, Marcelo Theiler, Marcelo Guerrero y Yuri Carranza, con un juvenil Francisco Sastre como refuerzo.

Los vestuarios del Kempes, un lujo

Antes de poner el balón en juego, Rubén Muñoz lanzó la pelota para el simbólico salto inicial, que disputaron Rubén Campaniello y Antonio Suárez, el mentor de este torneo interno. Hubo emoción, abrazos, aplausos y un sentido recuerdo a Miguel Romano, imaginando qué estaría diciendo, o cómo estaría vestido para jugar.

Seguro no habría imaginado la efectividad de Barmat, revelación del juego con tres bombazos desde más allá de los 6,75. Habría elogiado la intensidad para el rebote ofensivo de Guerrero, el ataque rápido de Britos, los lanzamientos de Montivero, las mandadas de Theiler o Mamondi. Y seguro habría discutido con Robledo o Carranza por alguna situación del juego.

El resultado, por supuesto, fue lo de menos. Lo importante fue que todos pudieron compartir, recordar viejas épocas, reirse, pasarla bien. La pelota naranja fue una excusa para todo eso. Por eso, el trofeo que se entregó no fue para el equipo ganador ni para el goleador, sino para el jugador más correcto, distinción que quedó en manos de Schleider.

El broche de oro llegó con un mensaje de audio: “Mi viejo estaría muy feliz”, dijo a través del whatsapp Salvador Romano, el hijo de Miguel. “Espero que así lo recordemos todos, y que se siga laburando por lo que uno quiere, y que se demuestre una vez más que todo se logra. Es un muy lindo mensaje, esperanzador para todos y de mucha alegría”.

Demián Schleider, elegido el jugador más correcto

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