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sábado, diciembre 2, 2023

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Marcelo Figueras, el fotógrafo del basquetbol

El reportero gráfico que retrató como nadie la historia de nuestro deporte cumplió 80 años y desde APREBA queremos homenajearlo con un texto que le dedicó en su momento Osvaldo Orcasitas.

El rótulo de “el fotógrafo del básquetbol” le corresponde a Osvaldo Ricardo Orcasitas, que lo usó para titular una nota que escribió sobre Marcelo Figueras en el sitio Webasketball. Y como tantos otros calificativos de O.R.O. es exacto, preciso, irrebatible. Por eso, lo tomamos prestado junto con su nota de entonces y por un motivo simple: el hombre que es objeto de esa nota nació el 5 de mayo de 1940, por lo que acaba de cumplir 80 años.

La nota es de 2003, por lo que el protagonista siguió acumulando hitos. Por nombrar solamente dos, hay que decir que en 2011 presentó su libro “Elegidos” (donde retrató como nadie a la Generación Dorada) y que desde 2017 su archivo fotográfico pasó a ser el archivo de la Asociación de Clubes. Para exponer el currículum de Figueras no alcanzarían estas líneas y por otra parte no es necesario: en el mundo del básquet todos lo conocen y lo quieren. Por eso, lo que sigue es la pluma brillante de Orcasitas, que durante tantos años fue su amigo y compañero de ruta…

* * *

El básquetbol tiene sus primeros actores: los jugadores y los entrenadores. Y también cuenta con el mundillo que lo rodea y que hace a la actividad: dirigentes, árbitros, oficiales de mesa, médicos, kinesiólogos, masajistas, utileros, administrativos, familiares, allegados, hinchas, periodistas…

Según su trayectoria, su personalidad, sus logros y su conducta, se convertirán en personajes de fácil identificación.

Es el caso de Carlos Marcelo Figueras, popularizado como Marcelo Figueras, a quien nadie en el país le puede discutir el título que se ganó: es “el fotógrafo del básquetbol”. Por carrera, presencia, tenacidad, continuidad, capacidad profesional, excelencia y calidad humana.

Trabajó en la Editorial Atlántida -y como tal fue mi compañero en la revista “El Gráfico”- desde 1973 a 1996. A partir de ahí está en el diario deportivo “Olé”.

El 7 de diciembre de 1981 inauguró una exposición de fotos de nuestro deporte en la Federación de Capital Federal.

Me pidió que le escribiera unas líneas para el programa. Las voy a reproducir, porque es lo que mejor puede sintetizar todavía hoy al personaje, que continúa en plena actividad.

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“No se trata solamente de disparar el obturador haciendo ¡click!

Hay algo más, mucho más: detrás de esta cámara vibra el alma del básquetbol.

Lo sé porque en la pieza de cualquier hotel de cualquier parte del mundo me suele contar sobre aquel partido que jugó en el Luna Park con los cadetes de Racing como preliminar de la presentación de la Unión Soviética.

Se dio cuenta mi angustia cuando la traicionera descarga de un flash lo acercó a la muerte dejándolo tendido al costado de la cancha del mismo Luna Park en un Torneo de Año Nuevo.

Lo reafirmé en aquella madrugada brasileña cuando el cielo se enojó con rayos enormes y truenos furiosos y el pequeño avión de T. A. M. -donde él viajaba- navegó en la incertidumbre de un vuelo infernal, superada sólo por esa fuerza que todo lo puede: la responsabilidad vocacional de hacer milagros para que un material periodístico llegue siempre a destino y a tiempo (porque estas imágenes se fueron haciendo historia impulsadas por la magia institucional que nos unió, enseñándonos amor al deporte y a la profesión: la revista “El Gráfico”).

Lo viví en la alegría de un abrazo emocionado que me dio (¿cómo olvidarnos -por citar un caso- de la ansiada clasificación lograda en el Preolímpico de Puerto Rico?) o en el dolor de una lágrima compartida (estuvimos junto a los equipos argentinos en permanente actitud solidaria).

Y lo percibo a cada rato, en cada viaje, en cada partido, en cada campeonato, cuando el encuentro con la hermosa gente que el básquetbol nos regaló como amigos -porque si nuestro deporte tiene una estirpe ésa es sublime y es la de la amistad- invariablemente comenzará con una pregunta que es algo así como la contraseña que reclama a alguien esperado con afecto: “¿Vino Marcelo?”.

Por eso decía que había que mirar detrás del ¡click!

En la mano que goza con el espectáculo de un juego excitante, en los ojos que acompañan la plástica de un jump-shot imparable o la brillantez de un pase genial, en el corazón que entrega la vida rebosante de básquetbol…

En todo ese fuego sagrado que apasiona al hombre. A Marcelo Figueras, mi compañero”.

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Texto publicado originalmente en el sitio webasketball.com.ar

Foto diario Olé

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